Polícica local vs. Técnicas de gestión local
DINAMISMO COMARCAL Y ARTICULACIÓN TERRITORIAL DE EUSKADI
"Política local versus Técnicas de gestión local"
Prof. D.ALBERT CALDERÓ CABRÉ
Estrategia Local. Barcelona.
La capacidad de un Ayuntamiento de ser un agente
estratégico activo y positivo de la dinámica socioeconómica, urbana
y territorial de su municipio depende de su nivel de eficacia en
un ámbito tridimensional: estratégico, relacional y gestor. Y muchas
inercias del pasado dificultan el crecimiento de este nivel de eficacia.
En el plano estratégico nuestros Ayuntamientos padecen
todavía las secuelas de una concepción decimonónica del estado que,
en aras de un principio de concentración de los atributos de soberanía
en las instituciones estatales, reducen las entidades locales a
meros administradores comunales, despojándolas de funciones políticas
y estratégicas. Del mismo modo que en Francia, donde llaman politiciens
a los ministros y a los diputados, pero simples élus a los cargos
electos de los municipios, que no casualmente se llaman communes.
Todavía en nuestra legislación de habla de "corporaciones" designando
a los Ayuntamientos, como si fueran gestores de intereses gremiales,
de intereses colectivos pero hasta cierto punto privados. Si los
Ayuntamientos no gobiernan sino que meramente administran, poco
se podrá esperar de ellos como líderes de los cambios estratégicos.
El raquitismo estratégico conlleva el raquitismo
relacional. La falta de visión estratégica impide el liderazgo,
la persuasión, la búsqueda activa de aliados, la confección de coaliciones
de intereses que ordenen y amplíen la capacidad de la sociedad local
de perseguir sus intereses mayoritarios. Los Ayuntamientos tienden
a esperar pasivos e inermes o, en el mejor de los casos, implorantes,
que de la iniciativa y la benevolencia de las instituciones superiores
surjan los proyectos y las directrices que resolverán los problemas
locales. Buena prueba de ello es la ya proverbial incapacidad de
las asociaciones y federaciones de municipios de defender con algún
éxito los intereses de los entes locales frente a las iniciativas
(o la falta de iniciativas) de las instituciones superiores.
Se podría pensar que el subdesarrollo de las funciones
estratégica y relacional tendería a compensarse con un mayor avance
y profundización en las funciones gestoras, pero, paradójicamente,
no es así. Incluso en el plano gestor los avances, si bien existen,
son muy discretos. Por varias razones. En primer lugar, subsisten
ampliamente entre los funcionarios municipales concepciones muy
tradicionales de la tarea municipal, que ponen el énfasis en la
formalidad y la tramitación más que en los objetivos y los resultados.
En segundo lugar una legislación muy laxa sobre
derechos sindicales y una aplicación práctica de las mismas más
laxa todavía han convertido a la administración local en uno de
los sectores de la economía más sindicalizados, con el resultado
de unos costes laborales muy altos para las categorías laborales
más bajas, y además, debido a la beligerancia de los sindicatos
en las cuestiones organizativas internas, en unas rigideces funcionales
que penalizan claramente la eficacia.
En tercer lugar, en todos los municipios, salvo
en los más grandes, existe un serio problema originado por la enorme
diversidad de perfiles profesionales que se necesitan incluso en
un ayuntamiento muy pequeño: es tal su atomización que, salvo en
las categorías más bajas, hay solamente en cada Ayuntamiento uno
o dos técnicos de cada profesión, haciendo prácticamente imposible
el crecimiento profesional por la vía más natural y sencilla: la
relación maestro-oficial-aprendiz.
También, en cuarto lugar, pero no en orden de importancia,
existe un problema en la forma de entender el ejercicio de la política
por parte de la mayoría de los alcaldes y concejales. Ellos y ellas
han percibido enseguida las carencias de eficacia, de rendimiento
y de motivación de muchos funcionarios, y como reacción desarrollan
un rol como alcaldes y concejales de simples capataces, o presuntos
capataces, de los funcionarios y trabajadores municipales, abandonando
los roles estratégico y relacional y concentrándose en la dirección
ejecutiva de la administración, una actividad para la que, trágicamente,
carecen en muchos casos de conocimientos y aptitudes.
Este último problema es la pieza de cierre de un
círculo vicioso. Los alcaldes y concejales que se dedican exclusivamente
a intentar movilizar a su administración, a menudo sustituyendo
sus funciones o violentando sus sistemas de trabajo, no consiguen
más que de modo débil y precario aumentar la ejecutividad de la
institución local; pero ello al precio de su renuncia completa a
desarrollar las funciones estratégicas y relacionales, que son las
que deberían poder producir cambios positivos de alcance global.